Arte y Memoria
Por María José Nacci
¿Cómo es posible construir y reconstruir las memorias colectivas con el paso del tiempo?
A casi medio siglo del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, perpetrado por la Junta Militar que inauguró el más oscuro capítulo de nuestra historia contemporánea, repensar cómo trabajar y retrabajar las memorias implica ampliar nuestro repertorio de estrategias pedagógicas.
Las representaciones artísticas son interesantes vehículos de evocación y de iluminación de las memorias. Esos laberintos de recuerdos y olvidos, esos claroscuros de lo que se recuerda, de lo que se olvida, de lo que se narra y se omite, de lo que vuelve a pasar por el corazón, y de lo que se transforma en historia.
Este proceso no está exento de tensiones culturales y políticas de toda índole, es un campo de disputa. Sin embargo, para quienes nos dedicamos a las ciencias sociales y humanas, el arte llega ahí donde la ciencia pierde su aliento, para iluminar nuestra tarea.
Por ende, las representaciones visuales, como el cine, pueden ser valiosas claves para trabajar la memoria y la historia, con sus plurales respectivos. Desde “La Historia Oficial”, el film de Luis Puenzo que a poco de recobrada la democracia en nuestro país ganó el Óscar a película extranjera, hasta la más reciente película de Santiago Mitre: ‘1985”, que se centra en el histórico juicio a la Junta Militar. Hace pocos días, la película “Aún estoy aquí” del cineasta brasilero Walter Salles se engalanó con el Óscar a película extranjera y por primera vez una película brasileña ganó esta distinción. En toda América Latina los procesos de dictaduras cívico-militares, pese a tener un triste y célebre común denominador: el atropello a los derechos humanos, tuvieron tanto cuantitativa como cualitativamente sus peculiaridades.
Sin embargo, ahí está el arte, aún hoy, cincuenta años después en este caso, poniendo tilde a determinadas sílabas que componen nuestras memorias. Ese rompe cabezas compuesto no sólo de palabras, aromas y sabores sino de imágenes y relatos personales y colectivos que construyen y reconstruyen nuestro ecosistema de memoria, pueden retroalimentarse con el arte. Los procesos de rememoración son esas esquivas intersecciones entre lo individual y lo colectivo que, de manera no unívoca ni estable, construyen nuestras memorias.
En breve, se estrena otra película: El Eternauta. En este caso está por estrenarse en Netflix la historieta distópica de Oesterheld y Solano López. El guionista, estuvo trágicamente signado por su propia creación literaria, dado que en la historieta de ciencia ficción intentaba salvar a su familia de la lluvia radioactiva que caía sobre Buenos Aires y de los alienígenas que se llevarían a su familia. Él murió en la vida real en cautiverio y sus cuatro hijas desaparecieron durante la última dictadura militar. Su obra, no obstante, perdura y es reescrita y reinterpretada hoy, medio siglo después, por el argentino Bruno Stagnaro.
Por la magia del arte o como recurso para trabajar la historia y sacudir nuestras memorias, estas y tantas otras obras de arte, como el Guernica de Picasso o El Grito de Munch, están ahí, pese al paso del tiempo. Disponibles para aguijonear nuestra sensibilidad y permitirnos construir y reconstruir nuestras memorias y ampliar nuestros horizontes.
En esta fecha tan especial, en la cual celebramos el día de la memoria y recordamos el valor inconmensurable de la democracia, desde la Universidad Kennedy los invitamos a bucear en alguna obra de arte que los inspire y les permita trabajar en sus propias memorias.
Dra. María José Nacci
Decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Universidad Argentina John F. Kennedy